domingo, 15 de febrero de 2009

UNA NOCHE TE ACUESTAS...

... y a la mañana ya no te levantas. Como casi todos los sábados fuiste a jugar a la lotería con tus vecinas y amigas, muchas viudas como tú, al centro social de tu pueblo.Te acostaste como siempre, incluso alguien te oyó roncar... pero por la mañana al echarte en falta (tú madrugabas, como casi todas las personas de tu edad) fueron a tu cuarto y allí estabas placidamente dormida... para siempre.La muerte llegó sin avisar, sin alboroto, sin que nadie la esperase, salvo esa tensión alta, medicamente controlada, lo demás, pues los achaques propios de la edad, nada alrmante. Te fuiste igual que tu padre, mi abuelo, sin armar mucho escándalo, y en la paz de la noche.
Compartíamos genes y migrañas. La última vez que hablamos me dijiste que con la menopausia habían desaparecido esos malditos dolores de cabeza. Uf,-pensé-lo que me queda por aguantar aún.
Tuviste una vida de esposa no demasiado afortunada, te tocaron tiempos difíciles, de abnegación y fastidio, pero hacía más de 20 años que la cirrosis te había librado del fastidio y ya habías empezado a disfrutar de la vida, sin excesos, porque mira que eras tacaña... En eso no te pareces a tu hermano, mi padre, y siempre nos reíamos contigo de tu "mirar por la peseta". Puede que fuese un tic heredado de tiempos pasados.
Ha sido un placer conocerte.Y en el recuerdo seguirás viva.

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